Algunos medios de comunicación progresistas y una población también progresista se preguntan cómo es posible que el fascismo haya avanzado tanto y tan ampliamente desde hace unos años. Quizás algunos políticos pertenecientes a un sector considerado de izquierdas tengan su parte de responsabilidad.
La actual estructura socioeconómica —que es denominada «postcapitalista», «tecnofeudal1» o «neofeudal2» — se caracteriza por una importante acumulación de rentas —tal como ocurría durante el feudalismo— que han sustituido al beneficio, base del capitalismo.
Los favorecidos por el actual sistema son los rentistas3, cuyo poder económico es muy superior al que tuvieron los señores feudales a lo largo de la Edad Media. Su acumulación de riquezas les ha permitido controlar también el poder político, por lo que se ha desarrollado una legislación favorable a sus intereses a nivel planetario. En consecuencia, los gobiernos dependen de su voluntad y no de la de sus votantes, lo que ha supuesto una desconexión total con ellos. El resultado es que hay una mayoría social que no se siente representada por partidos considerados tradicionalmente democráticos. Peor aún, un importante sector poblacional vota a partidos de extrema derecha porque han sabido aprovechar su decepción, vinculada de forma sustancial a la crisis de la socialdemocracia. Que era lo que quedaba más a la izquierda del espectro político tras el derrumbe del comunismo.
El periodo de mayor influencia de la socialdemocracia se produjo cuando medió entre la clase trabajadora y los representantes de las empresas capitalistas. Su poder les permitía obligar a ambos sectores a llegar a acuerdos. Para la primera, mejores salarios y condiciones laborales; además de destinar parte de los beneficios industriales a pensiones, hospitales, enseñanza, desempleo, cultura e infraestructuras. Para las segundas, «paz laboral» o ausencia de disturbios.
Sin embargo, cuando los capitalistas quisieron ganar mucho más, decidieron quitarse de encima el control que el Estado había ejercido sobre sus «veleidades» financieras desde el crack de 1929, la primera gran crisis del capitalismo que desembocó en la Segunda Guerra Mundial. Así que, tras acaparar de nuevo las finanzas y la banca el poder, sus más conocidos representantes —Ronald Reagan y Margaret Thatcher4— legislaron para librarlas del control político de los partidos progresistas. Entre ellos, los socialdemócratas, al perder gradualmente su influencia en todos los países, pasaron a someterse a sus nuevos «amos» y se convirtieron en cómplices suyos. La primera consecuencia —nefasta— de consentirles los Gobiernos —excepto los realmente de izquierdas— el dominio absoluto fue la bancarrota del capital financiero en 2008. A partir de la cual, nada ha vuelto a ser igual. Con todo, quien padeció sus efectos fue la población mundial, porque los socialdemócratas ya se habían convertido en socialistas para banqueros y financieros y en «austericidas5» para la ciudadanía.
Asimismo, los sindicatos fuertes también se habían debilitado y cedieron parte de su poder a cambio de concesiones y ya no pudieron frenar la hecatombe. En la actualidad, su fragilidad es consecuencia de un proletariado exánime, porque dependen de la «nube6» y se han convertido en «vasallos7» de los rentistas, ya que han perdido sus derechos laborales y ni siquiera son considerados productores.
Enfrentamientos con los monopolios como el del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt con John D. Rockefeller8 hoy son imposibles ya que los Gobiernos no pueden enfrentarse con rentistas como Amazon, Facebook, PayPal o Tesla. Tampoco pueden hacerlo empresas y fábricas capitalistas, ya que están cada vez más obligadas a vender su producción a los grandes rentistas de la nube, que han barrido la competencia real.
No obstante, la socialdemocracia ya había ido alejándose progresivamente del marxismo durante el capitalismo, si bien, aunque lo denigró, sus mejores logros se los deben al marxismo. En efecto: para los socialdemócratas, fue una herramienta eficaz dentro del sistema de mercados capitalista. Asimismo, siempre se opuso al comunismo, pero, cuando cayó, se quedaron sin instrumentos para oponerse a la derecha, como era la defensa de valores absolutos: lucha contra la opresión, igualdad de oportunidades, a igual trabajo igual salario, etc. Entonces, la derecha pasó a convertirse en defensora de sus propios valores absolutos, que ha sabido inculcar hábilmente en la ciudadanía. Por su parte, al perder su «papel» defensor de los valores absolutos, la socialdemocracia se echó en brazos del relativismo, que había sido precisamente el «rol» de la derecha con anterioridad. La permuta fue, pues, total.
Indudablemente, la transformación de toda la izquierda y la crisis en la que desembocó se debieron a la desindustrialización de Occidente, porque las clases trabajadoras se fragmentaron, perdieron conciencia y fuerza y ya no pudieron exigir de la socialdemocracia que defendiese sus intereses como intermediaria.
La lucha de clases, como realidad y valor absoluto, ha desaparecido, sustituida por la «política de la identidad», que es un valor relativo: defensa de minorías raciales, sexuales, étnicas y religiosas. Al poder económico y político actual le viene muy bien esa deriva, porque sabe que se queda en meras palabras, pues, sin poder efectivo, no se pueden eliminar las causas estructurales de su existencia. Asimismo, la derecha alternativa potencia una ideología de valores absolutos que se opone a esa política de la identidad mediante movimientos defensivos, tribales y de lealtad grupal en los que el control lo detentan grupos blancos masculinos.
La socialdemocracia que conocimos tampoco es posible en el sistema actual porque no puede favorecer el estado de bienestar mediante inversiones públicas. Además, ha impulsado junto a financieros y banca la decadencia del capitalismo y el triunfo de los rentistas de la nube, cuyo poder impide el refortalecimiento de los trabajadores y la revalorización del beneficio capitalista.
Con todo, una de las consecuencias más trágicas para la población mundial es la constante contienda entre los distintos sectores de la izquierda, que se queda en discursos abstractos acerca del feminismo, el género o la opresión en general… Así que, mientras la izquierda habla del «sexo de los ángeles», los rentistas se dedican a lo suyo, que es acumular cada vez más riqueza en la nube y obstaculizar un auténtico bien común.
Para que la socialdemocracia y la izquierda recuperasen el poder, deberían «ponerse a trabajar» de nuevo. En primer lugar, asumir que su creencia acerca de la división entre izquierda y derecha está obsoleta. Se trata de volver a aceptar que la derecha defiende a los que tienen el poder económico y que, en consecuencia, a la izquierda le toca defender a los explotados, cuyas características son distintas a las de los antiguos proletarios. Por tanto, el objetivo prioritario de la izquierda es derrotar a la derecha siempre. En segundo lugar, «empaparse a fondo» de la estructura socioeconómica actual para enfrentarse con éxito a los «amos» del mundo actuales. Para ello, tendrán que conseguir que la ciudadanía recupere la confianza en sí misma y en ellos. Solo así elaborará una verdad que se adecue a la condición actual del pueblo y se oponga a todos los sectores de la derecha: liberales, alternativos y cancerberos fascistas de rentistas.
1Término acuñado por Yanis Varoufakis, economista, catedrático universitario, político, bloguero y escritor. Cofundador con Bernie Sanders de la Internacional Progresista. En 2015 fue elegido diputado por la Coalición de la Izquierda (SYRIZA) y nombrado ministro de finanzas de Grecia. Estuvo en el cargo seis meses porque dimitió por diferencias con la posición del gobierno griego frente a la troika europea (Vikipedia).
2Término acuñado por el intelectual uruguayo Jorge Majfud, arquitecto, novelista, ensayista y profesor en la Jacksonville University de Estados Unidos. Contribuye con artículos y entrevistas para distintos medios internacionales.
3De todas las definiciones acerca de la palabra «rentista» que aparecen en la RAE, aporto las que mejor se adaptan a los objetivos de este artículo:
- Persona que percibe renta procedente de una propiedad de cualquier tipo.
- Persona que principalmente vive de rentas.
Las rentas de los rentistas de la nube —rentas algorítmicas o rentas de la nube— son los ingresos que obtienen empresas como Google o Apple al explotar los datos de los usuarios y cobrar comisiones por servicios en plataformas digitales. Estas rentas se generan gracias a la infraestructura tecnológica y el acceso a grandes volúmenes de datos que ofrecen estas empresas, y se diferencian de los beneficios capitalistas tradicionales porque se obtienen de la explotación de la infraestructura y los datos, no de la producción de bienes tangibles.
En esencia, la renta de la nube se manifiesta de varias formas: comisiones por servicios (Google o Apple, por ejemplo), explotación de datos por parte de empresas que ofrecen servicios gratuitos pero que obtienen rentas al analizar y monetizar los datos personales de los usuarios y control de plataformas digitales.
En resumen, la renta de la nube es un fenómeno económico que surge en la era digital, cuando las empresas tecnológicas acumulan riqueza a través de la explotación de la infraestructura y los datos, generando un nuevo tipo de relación económica que se diferencia del capitalismo tradicional (Vikipedia).
4Ronald Reagan fue el 40º presidente de los Estados Unidos y se presentó por el Partido Republicano; Margaret Thatcher fue primera ministra del Reino Unido por el partido conservador desde 1979 a 1990.
Ambos formaron una alianza personal y política que potenció la ideología ultraconservadora en todo el mundo.
5La palabra «austericida» se considera un neologismo formado por la unión de «austeridad» y «suicidio» para expresar la idea de «austeridad suicida». Es un término popularizado en los últimos años, especialmente en contextos de política económica.
6El término «nube» no es una entidad física, sino que describe una red mundial de servidores, cada uno con una función única. Se trata de una red enorme de servidores remotos de todo el mundo que están conectados para funcionar como un único ecosistema. Están diseñados para almacenar y administrar datos, ejecutar aplicaciones o entregar contenido o servicios, como streaming de vídeos, correo web, software de ofimática o medios sociales. En lugar de acceder a archivos y datos desde un equipo personal o local, se accede online desde cualquier dispositivo conectado a Internet; es decir, la información está disponible dondequiera que se vaya y siempre que se necesite.
Las empresas utilizan cuatro métodos diferentes para implementar recursos en la nube. Hay una «nube pública» que comparte recursos y ofrece servicios al público a través de Internet; una «nube privada», que no se comparte y ofrece servicios a través de una red interna privada, normalmente hospedada en el entorno local; una «nube híbrida», que comparte servicios entre nubes públicas y privadas, según su finalidad; y una «nube comunitaria», que comparte recursos solo entre organizaciones.
Las que interesan aquí son las tres últimas (Vikipedia).
7La RAE ofrece varias definiciones de «vasallo». Apunto la que más interesa al contenido del artículo: «Persona que reconoce a otra por superior o tiene dependencia de ella.»
De acuerdo con el medio de comunicación CTXT, los siervos o vasallos de la nube producen capital con su trabajo gratuito.
8Dicho enfrentamiento se centró en el poder de los trusts y los monopolios a principios del siglo XX. Roosevelt, como presidente, lideró una campaña contra los grandes monopolios, incluyendo la Standard Oil de Rockefeller, que controlaba una gran parte de la industria petrolera.
Este artículo ha sido publicado por la revista valenciana SAÓ https://revistasao.cat/el-suicidi-de-la-socialdemocracia/