Hay un modelo de vivienda que ha predominado en la Europa Occidental promotora del estado de bienestar y que es público. Por el contrario, el modelo español apoya la propiedad individual y predomina el monopolio.
Modelo europeo público
La crisis generalizada en Europa durante el primer tercio del siglo XX asustó a las élites económicas. La Revolución bolchevique primero y las consecuencias de la Primera Guerra Mundial fueron el aviso. Entonces, los poderes fácticos de países reformistas como Reino Unido, Países Bajos y países nórdicos decidieron ceder en pensiones, sanidad, infraestructuras y vivienda para evitar revoluciones. De hecho, la clase trabajadora europea ya había empezado a manifestarse exigiendo una vivienda digna.
Los poderes públicos optaron por asumir su gestión e intervenir el mercado. Surgieron dos propuestas —una para alquiler y otra para compra— y, en ambas, el objetivo prioritario era frenar la especulación. Para el alquiler, se establecía una legislación que solo permitía contratos en los que no se pudiese echar a los inquilinos ni que los precios subiesen de forma irracional. Para la compra, se constituían grandes sistemas públicos que asumían el control total.
Caso modélico fue el del Partido Laborista británico (destruido en la década de los 1980 por la primera ministra Margaret Thatcher1), ya que todo el mundo tenía derecho a una vivienda pública. Resultado: el 50% de las viviendas británicas eran públicas, se extendían por todo el país y desarrollaba distintos modelos arquitectónicos que construían y gestionaban los propios ayuntamientos. Se adaptaban, pues, a los diferentes contextos territoriales donde se implantaban. Otro caso modélico ha sido el vienés2.
Modelo español
Antes del franquismo
La política económica del siglo XIX —continuada por la dictadura de Franco— potenció una migración de asentamiento interior caótica. A ciudades pujantes económicamente y a la capital, llegaron ingentes cantidades poblacionales procedentes del sur, del centro y de Aragón. Hasta la década de los 1950, estos recién llegados «desembocaban» en pisitos miserables o en chabolas.
Los analistas se empeñan en asegurar sin matizar que, tanto entonces como ahora, la demanda era y es mucho mayor que la oferta. En el pasado, se construía poco, a pesar de haber pocas restricciones en cuanto a los requisitos legales. Sin embargo, no se construía principalmente por el mismo motivo que ahora: a los propietarios del suelo no les convenía, ya que extraían ventajosos beneficios para aumentar el precio de sus posesiones. A los dueños, les daba igual cómo viviese la gente. ¿Por qué construir, pues, si los propietarios del suelo y de las viviendas podían enriquecerse con las rentas que sacaban sin arriesgarse en absoluto?
Asimismo, el chabolismo antiguo y actual se parecen. Con todo, el de antes abarcaba a la clase trabajadora de todos los sectores. El de ahora, está vinculado al turismo. Hoy, vive en tiendas de campaña y caravanas, en áreas abandonadas de las afueras de las ciudades. Esta «miserabilización» aparece también en la fragmentación de una vivienda en habitaciones para distintos inquilinos. Según Jaime Palomera3, hay 3,4 millones de «chabolismo».
Esta estructura, antes y ahora, crea desigualdad, fractura las ciudades i neutraliza el bienestar colectivo.
Durante el franquismo
Apareció y se consolidó una sociedad de propietarios4 que se regía por un modelo distinto al de los países democráticos europeos, triunfó y se ha mantenido hasta hoy.
Sin embargo, hay que decir que el objetivo del franquismo era el mismo que el de los países democráticos: evitar que la clase obrera se revolucionase. Las élites económicas saben que un propietario que tiene dónde comer y dormir se convierte en un ciudadano tranquilo que no se opone a su Gobierno. Si la gente no vive bien en casa, tiende a reunirse en la calle, sede de tantas revoluciones contra los explotadores. En aquel momento, a finales de la década de los 1940, aún había bastante suelo y pocos demandantes de vivienda. Por eso, desarrollaron la campaña publicitaria «una vivienda, un propietario». En cuanto a la amplitud o la calidad, importaban poco. Solo importaba que el obrero comprase un piso y se convirtiese en propietario…
Con todo, la diferencia fundamental entre el propietario de los países europeos y el español era que los primeros lo eran por un derecho establecido en sus Constituciones, mientras que los segundos lo eran «gracias a la generosidad» del dictador i de sus gobiernos. Si bien, en ambos casos, crearon una sociedad desclasada i consumista. Aunque durante la década de los 1970, hubo una clase obrera fuerte y concienciada.
Bajo el sistema franquista hubo tres etapas en la adquisición del «pisito». En la primera, regalaba suelo público y dinero a los promotores inmobiliarios. En la segunda, los promotores se aliaban a los constructores o se convertían en constructores ellos mismos y edificaban casas protegidas a precios limitados. En la tercera, el ciudadano se convertía en propietario. El «karma» publicitario era: «compre un piso por el precio de un alquiler». Por eso, de 1960 a 1979, se construyeron 3,4 millones de viviendas: el 63% del total. Las muestras más significativas las encontramos a las afueras de las grandes ciudades, donde se amontonaban las torres de pisos.
Después del franquismo
Todos los gobiernos han continuado el modelo. Así, de 1980 a 2023, se han construido 2,7 millones de pisos protegidos que la legislación española permite que se privaticen pronto y las ayudas públicas a la construcción han terminado en manos del mercado libre.
Todos los gobiernos podrían haber reformado la legislación, pero no lo han hecho. Habríamos tenido así cerca de 6 millones de viviendas a precio asequible.
Circunstancias actuales y consecuencias
Mientras los países europeos similares al nuestro controlan la especulación y hay una política de inversión para los más desfavorecidos, aquí hay un 48% más de casas turísticas, muchísimos inmuebles vacíos y pocas viviendas de protección oficial.
Este modelo se ha mantenido porque la vivienda en propiedad es la base de la clase media y del consenso social, y se considera un índice de prestigio y triunfo en la vida pagar una hipoteca, tener coche y formar una familia. No pasar por ello implica ser considerado un fracasado. Sin embargo, la situación presente es cada vez menos igualitaria
El impuesto sobre sucesiones5
O nadie quiere pagarlo o solo aceptan que el precio sea irrisorio. Por eso, grandes y pequeños propietarios se han unido contra cualquier Gobierno que intente implantarlo. La publicidad neoliberal ha conseguido que el Estado sea visto como el «gran ladrón» de los sacrificados ciudadanos. Sin embargo, no se dan cuenta de que los pequeños propietarios no están en el mismo caso que los grandes y que, sin impuestos, se va al garete el bienestar social de la mayoría.
REVIU, una web que ayuda de verdad a los inquilinos
Hace unas semanas se publicó un artículo en Publico.es que informaba de la existencia de la web «Reviu», la cual detalla el estado real de las viviendas que las inmobiliarias ofrecen en alquiler.
https://www.publico.es/economia/vivienda/ruido-cucarachas-ruina-piso-reviu-tripadvisor-protege-inquilinos-frente-abusos-inmobiliarias-caseros.html?utm_medium=newsletter&utm_campaign=captacion&utm_content=hoy&segment=registrados&tpcc=nl_hoy0525&pnespid=H681q0wF5X8PiFue7JGMCVFQpxg8nKx39FRQBvseM5HKklvGQxxIXphtVf3Cq_nou22b0X3t
1Primera ministra de Reino Unido por el Partido Conservador de 1979 a 1990. Defensora de políticas neoliberales tan agresivas que destruyeron el estado de bienestar.
2He hablado aquí del tema:
https://pepaubeda.net/ca/articulo/habitatges-bons-i-barats-a-viena-i-singapur/
3El secuestro de la vivienda (Editorial Península, 2025).
4Según Jaume Palomera.
5Es un impuesto directo, personal, subjetivo y progresivo que tiene por objeto los incrementos patrimoniales obtenidos por les persones físicas a título gratuito y mortis causa. Depende de cada comunidad autónoma su cantidad.
Blog publicado en primer lugar por la REVISTA SAÓ https://revistasao.cat/models-dhabitatges/